El martes 12 de agosto fue el día con más rayos de todo el verano. Todo apunta a que uno de ellos, en plena tormenta seca, fue el que prendió la llama que no dejó de arder durante casi dos semanas.
Evacuaciones de vecinos
Esa misma noche comenzaban las evacuaciones: los vecinos de Jarilla, Villar de Plasencia y Cabezabellosa tenían que refugiarse en el Pabellón de la Bombonera de Plasencia. Algunos se resistieron... y tuvieron que ser rescatados in extremis.
Mientras, el fuego avanzaba sin freno y sin rumbo entre montes de muy difícil acceso. Cuatro veces se saltaron las llamas la A-66 a merced de las fuertes rachas de viento y las evacuaciones se multiplicaban por Oliva de Plasencia, Rebollar y Gargantilla.
La Junta pedía ayuda al Gobierno
Con los medios provinciales y regionales repartidos en otra decena de incendios, el viernes 15 de agosto la Junta pedía ayuda urgente al Gobierno y a la Unión Europea y la ministra ofrecía colaboración pero pedía "rigor".
La situación era límite, los flancos amenazaban Plasencia y Hervás, se extendían los confinamientos por el Jerte y el Ambroz y las llamas saltaban a Salamanca a través de Candelario.
Control del fuego con casi 500 efectivos
Pero pasada la primera semana, empezaban las buenas noticias. Casi 500 efectivos autonómicos, nacionales y europeos se empleaban a la vez desde el monte y desde el cielo contra el fuego y las temperaturas daban, por fin, un respiro. La gigantesca cicatriz de fuego conseguía cerrarse por fin con 170 kilómetros y 17.300 hectáreas de herida.
El viernes 22 de agosto los últimos vecinos volvían a casa y empezaba la dolorosa revisión de daños. El puesto de mando se disolvía por fin entre aplausos de alivio. Nunca habían visto, coinciden, nada parecido.