¿Nos fijamos a la hora de ir al supermercado en las etiquetas? ¿Vemos de dónde procede lo que compramos? Consumidores y organizaciones agrarias denuncian que no siempre es fácil encontrar la procedencia y que muchas etiquetas son insuficientes, no sólo por mantener una alimentación saludable, también por conciencia medioambiental y responsabilidad social.
Sin embargo, no siempre es posible averiguar cuál es la procedencia exacta de los productos que consumimos. Ni siquiera en los frescos, que están obligados a indicar su origen en el supermercado. Los vegetales deben especificarlo en el envase o fuera de él si venden a granel. También la carne que, además, debe concretar el país de nacimiento, cría, sacrificio y despiece. Y lo mismo con el pescado. Roberto Serrano, de la Unión de Consumidores de Extremadura, señala que "tiene que aparecer la zona en la que se ha capturado, incluso la subdivisión, es decir: la zona específica de captura. De esta forma podemos saber si ese pescado que estoy comprando es de proximidad".
Los huevos llevan impreso un código alfa numérico y cada cifra indica una cosa. Las dos primeras la forma de cría y el país. El resto de cifras nos indican la granja en la que han sido criados, la provincia en la que está y el municipio en particular. Así que si lo que queremos es comprar huevos de cerca de nuestra ciudad, lo que tenemos que hacer es fijarnos en ese etiquetado. Y si queremos huevos de gallinas ecológicas, que esa cifra empiece por un 0.
La información sobre el origen de los alimentos se pierde en el momento en que son procesados. Aunque hay excepciones, como el aceite de oliva, el agua o la miel. En este último caso, la etiqueta tiene que mencionar el país o los países de origen en que la miel haya sido recolectada y lo mismo con los productos lácteos, si están compuestos de leche en más de un 50%.