Su nombre es Francisco Espinosa Porro, aunque llamarle así en la comisaría de la Policía Nacional de Mérida es casi un formalismo que nadie suele utilizar. 'Porro', como le conocen cariñosamente sus colegas del cuerpo, se jubila como orgulloso "policía raso" -lo dice él- tras pasar más de 40 años en esta institución a la que llegó en los años 80. "Mi primer destino lo conocí con 22 años y no sabía prácticamente nada" detalla en la charla que ha mantenido con Canal Extremadura.
Esa primera parada fue Pamplona, la ciudad navarra a la que llegó junto a otro compañero de Almería y pese a que se llegaron a plantear la vuelta a casa cuando comprobaron que, por aquel entonces, era un territorio hostil. "Si ahora me dicen te tienes que ir a Pamplona, con ese escenario, hoy me lo hubiera pensado. Íbamos en un 124 y por el camino éramos dos pardillos que nos topamos con pintadas a favor de ETA".
Francisco, que permanece sonriente durante toda la entrevista, cambia su tono en este momento porque recuerda como una granada acabó con la vida de dos compañeros allí en Pamplona. "Al salir de una central eléctrica que custodiábamos para evitar sabotajes lanzaron una granada que mató a mi compañero y a otro le tuvieron que cortar una pierna". No fue el único suceso que recuerda de esa etapa. "Tuve un compañero de promoción que era de Badajoz al que también mataron en un atentado. Fueron años muy duros".
La vida, y la carrera policial, le ha llevado a estar presente en algunos de los acontecimientos más importantes de la historia de España antes de recaer en Extremadura, como formar parte de los dispositivos de seguridad de los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Exposición Universal de Sevilla, ambas citas en el año 1992. "Una vez que concluye la Expo 92 crearon las nuevas unidades y disolvieron las anteriores".
"Tuve un compañero de promoción que era de Badajoz y al que también mataron en un atentado. Fueron años muy duros en Pamplona"
Desde entonces, ha sido patrullero, miembro del extinto cuerpo de la "Policía 2000" que recorría las calles con sus motos para estar más cerca del ciudadano, y hasta portero de la comisaría: "Aquí acabé como los elefantes, en la puerta, un puesto que nadie quería y que yo he ocupado" señala orgulloso de toda su trayectoria. Una entrega tanto al ciudadano como a sus compañeros que le han querido reconocer con la Medalla al Mérito Policial, pero él mismo, cargado de humildad, la ha rechazado.
"El Comisario me dijo que me concedería la medalla blanca, pero la rechacé porque mi mejor medalla es el cariño que me llevo de mis compañeros", los mismos que hace unos días decidieron sorprenderle en su último relevo como agente de la Policía Nacional en Mérida con un pasillo a las puertas del centro en el que se escucharon aplausos, vítores, el himno de España y las sirenas de los coches policiales a modo de despedida.
"Rechacé la Medalla al Mérito Policial porque mi mejor distinción es el cariño de mis compañeros"
"Es la mejor condecoración que me puedo llevar, ese cariño, el respeto y ser querido por mis compañeros me crea una satisfacción grandísima" explica Francisco. Un cariño que es real y que comprobamos en la charla que mantenemos con él en la comisaría emeritense en la que cualquier agente que entra o sale le saluda y se despide casi como si de un padre se tratara. "La verdad es que soy un poco padre con ellos. Son mis chavales".
A ellos, a las generaciones más jóvenes de policías nacionales, les aconseja desde la prudencia y el conocimiento que otorgan los años de experiencia, especialmente a los patrulleros, a quienes defiende con orgullo. "Les digo que tengan cuidado ahí fuera porque no saben qué se van a encontrar nunca. Otros cuerpos policiales tienen más información sobre el escenario al que acuden. Un patrullero no, y lo mismo te asaltan con un cuchillo o te reciben a palos".
En este sentido reconoce que la calle es dura y a día de hoy se ha vuelto un poco complicada. Asegura que "se ha perdido el respeto al agente de policía" aunque reconoce que es algo, esta falta de respeto, que no es exclusiva del cuerpo. "No respetan a los maestros, es difícil que respeten a los policías" lamenta. Afortunadamente, incide, "tenemos una plantilla muy buena de nuevos policías muy competentes que se parten el pecho para hacer bien su trabajo y ayudar a la ciudadanía".
Aprovecha para reivindicar la labor de este grupo policial y pide para ellos más reconocimiento incluso dentro del propio cuerpo.
Salvar la vida de un joven, el legado que deja y no olvidará
Francisco echa ahora la vista atrás y repasa las actuaciones policiales que no podrá olvidar nunca, como la ocasión en la que frenó a un joven que amenazaba con tirarse del 'Puente Nuevo' de Mérida y al que consiguió detener, salvando así su vida. Tampoco olvidará, como no lo hará la víctima, la ocasión en la que logró detener al asaltante de una joven en Mérida gracias a su pericia policial y a la rapidez con la que actuó.
"Estaba corriendo cuando observé que una chica gritaba y un hombre con una máscara se cruzó en mi camino. Al ver que iba corriendo con lo que le había robado a la chica dirección al río Albarregas me fui por otra calle y antes de que llegara ahí para huir le metí un viaje que lo tiré al suelo. Conseguimos detenerlo y comprobamos que se le atribuían varios robos" narra con todo lujo de detalles como parte de esas experiencias difíciles de olvidar. "Los compañeros me decían que si se llega a dar cuenta el ladrón me hubiera podido agredir, pero es la vocación del policía".
"Los compañeros me decían que si se llega a dar cuenta el ladrón me hubiera podido agredir, pero es la vocación del policía".
Vocación que ha forjado a lo largo de su trayectoria, pues reconoce que al principio no lo tenía tan claro. Francisco, hijo de hosteleros, a sus 14 años ya apoyaba a la familia en el negocio familiar. Su madre pasó de poner velas a la Mártir Santa Eulalia para que no fuera Policía Nacional a dar gracias por la profesión que había escogido su hijo. Ahora él es padre de dos chicos que, al menos de momento, no siguen sus pasos.
Cuestión de vocación
"Mi hijo mayor ha estudiado magisterio y el pequeño ha dado la sorpresa. Me ha puesto los cuernos porque quiere ser Guardia Civil" explica de manera simpática y entre risas este detalle. "Un día me dijo que quería ser Guardia Civil porque le gusta el sector de tráfico". Nunca ha tratado de influir en el futuro profesional de sus hijos nos cuenta. "Siempre me han visto con el uniforme, pero no les he dicho nunca a qué se tenían que dedicar. En esta vida si uno se tiene que equivocarse tiene que ser por uno mismo y no por lo que le digan los demás".
"Mi hijo pequeño me ha puesto los cuernos. Quiere ser agente de la Guardia Civil"
El joven aspirante a Guardia Civil, por cierto, se ha presentado a la convocatoria y se ha quedado a las puertas de entrar al instituto armado. No le falta el apoyo de su padre que le anima a seguir intentándolo. "Es muy joven todavía".
A lo largo de estos más de 40 años la Policía Nacional ha cambiado. Las condiciones laborales están ahora más cuidadas, detalla, y en eso han tenido un papel fundamental las acciones sindicales. "Yo les digo a los nuevos que ahora hay mucho respeto de los mandos a los agentes y que se han subido muchos escalones" dice mientras reconoce que el contexto de antes y el de ahora es completamente diferente. "Antes era casi como la Mili".
Minuro - Peces, una espinita clavada
Francisco lamenta una única situación en sus últimos años de carrera y es la que tiene que ver con la detención de agentes de policía en el marco de la operación Minuro - Peces. "Estoy disgustado. Yo he criado a esos compañeros. Han pasado por mi turno y me han dado el peor disgusto de mi carrera dentro del cuerpo" lamenta en tono serio. Reconoce que esas detenciones sitúan al cuerpo en un escenario injusto. "Nos debemos a los ciudadanos y daríamos nuestra vida por salvar otra, por eso duele cuando nos llaman corruptos".
Yo he criado a esos compañeros. Han pasado por mi turno y me han dado el peor disgusto de mi carrera dentro del cuerpo
Entre los detenidos hay personas queridas, reconoce. "Eran mis compañeros y no me salen las palabras".
Ahora 'Porro' afronta su futuro más inmediato con la tranquilidad del trabajo bien hecho y con la calma de una trayectoria impecable, pero advierte: "Vivo cerca de la comisaría y vendré por aquí de vez en cuando con el perrito a dar una vuelta". Es normal, pues ha pasado aquí más de 40 años de su vida. "La Policía Nacional es mi vida y mis compañeros son mi familia".