Los niveles de CO2 en la atmósfera siguen muy elevados. En el momento que escribo estas líneas se sitúa en 421ppm, que son tres más que hace un año y que superan con creces los valores, no sólo pre-industriales, sino también prehistóricos.
Y la situación no pinta bien. Estamos en puertas de una nueva reunión mundial (llamada COP) en la que la comunidad científica pedirá medidas aún más urgentes para limitar lo máximo posible la emisión de gases de efecto invernadero. Será la número 28 y se celebrará en Dubái entre el 30 de noviembre y el 12 de diciembre y veremos qué sacamos de ello.
El caso es que hay tanto CO2 en la atmósfera que ni el océano ni las plantas tienen capacidad suficiente para absorberlo con la rapidez necesaria. Por este motivo, científicos e ingenieros trazan otro plan de ataque para eliminar estos gases de manera más efectiva. Uno de ellos es capturar el CO2 expulsado de las cementeras mediante la cal viva (óxido de calcio) y transformarlo en caliza, mármol (carbonato de calcio). Después se invertiría el proceso: de la caliza, obtener cal viva (que volvería a reutilizarse) y el CO2 puro. Puro, controlado y almacenado y que podría ser inyectado en el subsuelo a una profundidad de varios kilómetros de profundidad y permanecer allí durante millones de años, tal y como está el gas natural.
En este aspecto trabaja Carlos Abanades, profesor de Investigación en Instituto de Ciencia y Tecnología del Carbono (INCAR-CSIC). Esta entrevista se emitió el pasado martes 21 de noviembre de 2023 en "El sol sale por el oeste".