Tiene más de 5.000 años y sigue siendo un punto de controversia entre historiadores, arqueólogos y creyentes. El relato del Diluvio Universal es, cuanto menos, fascinante. Una hecatombe a lo Roland Emmerich en la que Dios, viendo la degeneración generada por la Humanidad, decide erradicarla, con el fin de hacer borrón y cuenta nueva de las criaturas por Él creadas.
Este mito no es propio sólo de la tradición judeo-cristiana, sino que encontramos textos similares en la antigua Mesopotamia. Una en lengua sumeria en la cual el superviviente fue Ziusudra. El motivo del castigo fue el elevado ruido que hacían los hombres y que molestaban a los dioses, como Enlil, uno de los “mandamás” de esa mitología. Después está versión en lengua acadia, en la Mesopotamia del II milenio antes de Cristo, similar a la anterior. Y luego está la nuestra, en la que Noé y su familia son los elegidos por Dios para perpetuar la especie vista la degeneración moral y ética de entonces y que fue iniciada, entre otros, por el fraticidio de Caín sobre Abel y por las lujurias de Sodoma y Gomorra.
No son pocos los arqueólogos que han puesto empeño en la búsqueda de resto del arca, todos ellos en vano. La documentación escrita que ha llegado a nuestros días son unas tablillas descubiertas en el norte de Irak a finales del siglo XIX, además del conocido poema de Gilmamesh. Por otro lado, también se han podido datar estratos de légamos y de cienos en las vegas del Tigris y del Éufrates de aquellas épocas.
La tradición popular sitúa la embarcación en el interior de Turquía, en el monte Ararat, uno de los más elevados y con cierto halo sagrado. Todos, esfuerzos en vano. Posiblemente se esté buscando algo que sólo existió en la mente de una persona y que se fue popularizando hasta llegar a nosotros.
Sobre este tema hablamos con Jordi Vidal, catedrático de Historia Antigua de la Universidad Autónoma de Barcelona, experto en Historia de Mesopotamia. Esta entrevista se emitió el pasado miércoles, 16 de abril de 2025. Pincha en la imagen y escúchala.